jueves, 15 de julio de 2010
domingo, 21 de septiembre de 2008
Martes 23- CAMBIO DE PLANES
martes, 16 de septiembre de 2008
lunes, 15 de septiembre de 2008
LA DESMESURA (Morin-ver enlace)
Sapiens ø demens
El siglo XXI deberá abandonar la visión unilateral que define al ser humano por la racionalidad (homo sapiens), la técnica (homo faber), las actividades utilitarias (homo economices), las necesidades obligatorias (homo prosaicas). El ser humano es complejo y lleva en sí de manera bipolarizada los caracteres antagónicos :
sapiens y demens ( racional y delirante)
faber y ludens ( trabajador y lúdico)
empiricus y imaginarius (empírico e imaginador)
economicus y consumans (económico y dilapidador)
prosaicus y poeticus (prosaico y poético)
El hombre de la racionalidad es también el de la afectividad, del mito y del delirio (demens). El hombre del trabajo es también el hombre del juego (ludens). El hombre empírico es también el hombre imaginario (imaginarius). El hombre de la economía es también el de la « consumación” (consumans). El hombre prosaico es también el de la poesía, es decir del fervor, de la participación, del amor, del éxtasis.
Así, el ser humano no sólo vive de racionalidad y de técnica : se desgasta, se entrega, se dedica a las danzas, trances, mitos, magias, ritos; cree en las virtudes del sacrificio; vive a menudo para preparar su otra vida, más allá de la muerte. Por todas partes, una actividad técnica, práctica, intelectual, da testimonio de la inteligencia empírico- racional; igualmente por todas partes, las fiestas, ceremonias, cultos con sus posesiones, exaltaciones, despilfarros, « consumaciones », dan testimonio del homo ludens, poeticus, consumans, imaginarius, demens. Las actividades lúdicas, de fiesta, de rito no son simples esparcimientos para volver luego a la vida práctica o al trabajo; las creencias en los dioses y en las ideas no pueden reducirse a ilusiones o supersticiones : éstas tienen raíces que se sumergen en las profundidades antropológicas, se refieren al ser humano en su naturaleza misma. Hay una relación manifiesta o soterrada entre la psiquis, el afecto, la magia, el mito, la religión; hay a la vez unidad y dualidad entre homo faber, homo ludens, homo sapiens, y homo demens. Y en el ser humano, el desarrollo del conocimiento racional-empírico-técnico
no ha anulado nunca el conocimiento simbólico, mítico, mágico o poético.
Homo complexus
Somos seres infantiles, neuróticos, delirantes siendo también racionales.
Todo ello constituye el tejido propiamente humano. El ser humano es un ser racional e irracional, capaz de mesura y desmesura; sujeto de un afecto intenso e inestable; él sonríe, ríe, llora, pero
sabe también conocer objetivamente; es un ser serio y calculador, pero también ansioso, angustiado, gozador, ebrio, extático; es un ser de violencia y de ternura, de amor y de odio; es un ser invadido por lo imaginario y que puede reconocer lo real, que sabe de la muerte pero que no puede creer en ella, que segrega el mito y la magia, pero también la ciencia y la filosofía; que está
poseído por los Dioses y por las Ideas, pero que duda de los Dioses y critica las Ideas; se alimenta de conocimientos comprobados, pero también de ilusiones y de quimeras. Y cuando en la ruptura de los controles racionales, culturales, materiales hay confusión entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo real y lo imaginario, cuando hay hegemonía de ilusiones, desmesura desencadenada,
entonces el homo demens somete al homo sapiens y subordina la inteligencia racional al servicio de sus monstruos.
Por esta razón, la locura es un problema central del hombre, y no solamente su desecho o su enfermedad.
La dialógica sapiens ↔ demens ha sido creadora siendo destructura; el pensamiento, la ciencia, las artes, se han irrigado por las fuerzas profundas del afecto, por los sueños, angustias, deseos, miedos, esperanzas.
La posibilidad del genio viene del hecho que el ser humano no es completamente prisionero de lo real, de la lógica (neo-córtex), del código genético, de la cultura, de la sociedad. La búsqueda y el encuentro se adelantan en el fondo de la incertidumbre y de la indecidibilidad. El genio surge en la brecha de lo incontrolable, justo ahí donde merodea la locura. La creación surge en la unión entre las profundidades oscuras psico-afectivas y la llama viva de la conciencia .
El siglo XXI deberá abandonar la visión unilateral que define al ser humano por la racionalidad (homo sapiens), la técnica (homo faber), las actividades utilitarias (homo economices), las necesidades obligatorias (homo prosaicas). El ser humano es complejo y lleva en sí de manera bipolarizada los caracteres antagónicos :
sapiens y demens ( racional y delirante)
faber y ludens ( trabajador y lúdico)
empiricus y imaginarius (empírico e imaginador)
economicus y consumans (económico y dilapidador)
prosaicus y poeticus (prosaico y poético)
El hombre de la racionalidad es también el de la afectividad, del mito y del delirio (demens). El hombre del trabajo es también el hombre del juego (ludens). El hombre empírico es también el hombre imaginario (imaginarius). El hombre de la economía es también el de la « consumación” (consumans). El hombre prosaico es también el de la poesía, es decir del fervor, de la participación, del amor, del éxtasis.
El amor es poesía. Un amor naciente inunda el mundo de poesía, un amor que dura irriga de poesía la vida cotidiana, el fin de un amor nos devuelve a la prosa.
Así, el ser humano no sólo vive de racionalidad y de técnica : se desgasta, se entrega, se dedica a las danzas, trances, mitos, magias, ritos; cree en las virtudes del sacrificio; vive a menudo para preparar su otra vida, más allá de la muerte. Por todas partes, una actividad técnica, práctica, intelectual, da testimonio de la inteligencia empírico- racional; igualmente por todas partes, las fiestas, ceremonias, cultos con sus posesiones, exaltaciones, despilfarros, « consumaciones », dan testimonio del homo ludens, poeticus, consumans, imaginarius, demens. Las actividades lúdicas, de fiesta, de rito no son simples esparcimientos para volver luego a la vida práctica o al trabajo; las creencias en los dioses y en las ideas no pueden reducirse a ilusiones o supersticiones : éstas tienen raíces que se sumergen en las profundidades antropológicas, se refieren al ser humano en su naturaleza misma. Hay una relación manifiesta o soterrada entre la psiquis, el afecto, la magia, el mito, la religión; hay a la vez unidad y dualidad entre homo faber, homo ludens, homo sapiens, y homo demens. Y en el ser humano, el desarrollo del conocimiento racional-empírico-técnico
no ha anulado nunca el conocimiento simbólico, mítico, mágico o poético.
Homo complexus
Somos seres infantiles, neuróticos, delirantes siendo también racionales.
Todo ello constituye el tejido propiamente humano. El ser humano es un ser racional e irracional, capaz de mesura y desmesura; sujeto de un afecto intenso e inestable; él sonríe, ríe, llora, pero
sabe también conocer objetivamente; es un ser serio y calculador, pero también ansioso, angustiado, gozador, ebrio, extático; es un ser de violencia y de ternura, de amor y de odio; es un ser invadido por lo imaginario y que puede reconocer lo real, que sabe de la muerte pero que no puede creer en ella, que segrega el mito y la magia, pero también la ciencia y la filosofía; que está
poseído por los Dioses y por las Ideas, pero que duda de los Dioses y critica las Ideas; se alimenta de conocimientos comprobados, pero también de ilusiones y de quimeras. Y cuando en la ruptura de los controles racionales, culturales, materiales hay confusión entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo real y lo imaginario, cuando hay hegemonía de ilusiones, desmesura desencadenada,
entonces el homo demens somete al homo sapiens y subordina la inteligencia racional al servicio de sus monstruos.
Por esta razón, la locura es un problema central del hombre, y no solamente su desecho o su enfermedad.
El tema de la locura humana fue evidente para la filosofía de la Antigüedad, la sabiduría oriental, para los poetas de todos los continentes, para los moralistas (Erasmo, Montaigne, Pascal, Rousseau). Se volatilizó no sólo en la eufórica ideología humanista que llevó al hombre a dirigir el universo sino también en las ciencias humanas y en la filosofía. La demencia no ha conducido la especie humana a la extinción (sólo las energías nucleares liberadas por la razón científica y el desarrollo de la racionalidad técnica podrían conducirla a su desaparición). Sin embargo, tanto tiempo parece haberse perdido, malgastado en ritos, cultos, ebriedades, decoraciones, danzas e innumerables ilusiones... A pesar de todo ello, el desarrollo técnico y luego el científico ha sido impresionante; las civilizaciones han producido filosofía y ciencia; la Humanidad ha dominado la Tierra. Es decir que los progresos de la complejidad se han hecho a la vez a pesar, con y a causa de la locura humana.
La dialógica sapiens ↔ demens ha sido creadora siendo destructura; el pensamiento, la ciencia, las artes, se han irrigado por las fuerzas profundas del afecto, por los sueños, angustias, deseos, miedos, esperanzas.
En las creaciones humanas hay siempre un doble pilotage sapiens-demens.
Demens ha inhibido pero también favorecido a sapiens. Platón ya había observado que Dike, la ley sabia, es hija de Ubris, la desmesura. Tal furor ciego rompe las columnas de un templo de servidumbre, como la toma de la Basilla y, al contrario, tal culto a la Razón alimenta la guillotina.
La posibilidad del genio viene del hecho que el ser humano no es completamente prisionero de lo real, de la lógica (neo-córtex), del código genético, de la cultura, de la sociedad. La búsqueda y el encuentro se adelantan en el fondo de la incertidumbre y de la indecidibilidad. El genio surge en la brecha de lo incontrolable, justo ahí donde merodea la locura. La creación surge en la unión entre las profundidades oscuras psico-afectivas y la llama viva de la conciencia .
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